La patria en los tiempos de las chinches
Las décimas de esta semana están dedicadas a la plaga que azota Santiago de Cuba
Nueva Jersey |
,
Esto ya no tiene nombre:
a tres años de pandemia,
se desata una epidemia
de chinches. Que no te asombre
que ya no haya mujer ni hombre
ni persona no binaria
que aguante la maquinaria
represiva del castrismo.
Pioneros: el comunismo
es donde venden la claria.
Una chinche es un insecto
que es de color rojo oscuro.
¿Es pariente del oxiuro
o del régimen abyecto
que reprime el intelecto,
que te impone la censura,
que te impide la lectura,
que acosa a la población?
Es que esa Revolución
no es más que una dictadura.
Una chinche puede estar
un año sin alimento.
Y ese régimen violento
—esa junta militar
que sólo sabe matar—
sabe esconder la comida,
y esconde el insecticida
para acabar con la plaga.
Una chinche es una llaga
contra la patria y la vida.
El castrismo es esa chinche
que provoca un escozor,
con su cuerpo represor,
con su rabia y su berrinche.
Raúl Castro y su compinche
— el del cuerpo de tamal
que se cree mayoral—
ya sienten la picazón.
Porque esa Revolución
es un virus medieval.
En Cuba, la población
que crece es la de las chinches.
Esos días de bochinches,
de jolgorio y diversión
se los llevó el apagón
de seis décadas y media
de ese régimen que asedia
a un pueblo sin medicina
que al mirar a la cocina
vuelve a llorar su tragedia.
La chinche es poco frecuente
en la junta militar.
El pueblo sufre otro azar,
pues le quita la corriente,
la comida, el detergente,
la voz, la fe, la esperanza,
la alegría, la confianza
y las ganas de vivir
el afán de reprimir
del castrismo, esa matanza.
Hagamos una muralla
para eliminar las chinches
del castrismo y sus compinches,
que el régimen se avitualla
y encañona la metralla
contra un pueblo malnutrido.
La chinche ya se ha metido
en toda la población,
porque esa Revolución
es la plaga del olvido.
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